LA RAZÓN / Opinión / Mauricio Flores/Gente Detrás del Dinero /
A penas iniciaba la temporada de fiestas decembrinas, el día 5 del mes pasado, cuando estuvo a un tris de ocurrir —lamentablemente otra vez— una tragedia aérea, esta vez sobre los espacios del AICM, que dirige Jesús Rosano, cuando el aparato Volaris 820 proveniente de Tijuana, estuvo a nada de dar alcance e impactarse contra el Aeromar 405 que salía hacia Acapulco; los datos oficiales del evento deben estar ya sobre el escritorio del subsecretario Carlos Morán.
A este columnista no le es grato difundir esta información tal y como lo exprese sobre otro serio incidente el 13 de noviembre pasado sobre la zona suroeste de la CDMX (entre un artefacto de Aeroméxico y un Volaris), pero ante la persistencia de los mismos es menester hacerlo pues hasta el momento el Servicio de Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano, a cargo de Víctor Hernández, minimiza tales hechos y se aboca a exaltar las bondades de su “rediseño del espacio aéreo” que da cabida a los vuelos en la terminal de Santa Lucía.
El ocurrido el 5 de diciembre encima del AICM empezó cuando el artefacto de la empresa de Enrique Beltranena tuvo una aproximación fallida a pista, pues ahí recién llegaba el Viva Aerobus 1415, de la firma a cargo de Juan Carlos Zuazua; dado que la aproximación del Volaris 820 fue fallida y “se fue al aire” virando a la derecha…, pero el procedimiento para que regresara a la línea de aterrizaje fue “recortado” por el contralor a cargo para supuestamente hacerlo más rápido. Pero fue tal ese “recorte” que al ingresar hacia la pista 05 derecha, el avión de Volaris 820 no tuvo la distancia suficiente para alinearse a la pista por lo que se encontró con el Aeromar 405, de la compañía dirigida por Danilo Correa, el cual tuvo que virar drásticamente a la izquierda —en sentido contrario a su ruta original— para evitar un fatal alcance.
Los datos que revisa actualmente la SCT señalan que ambos aviones llegaron a estar sólo una milla náutica de distancia (por protocolo para el AICM se considera “crítica” una distancia de 2.9 millas) y a sólo 91.4 metros de altura en diferencia.
El operador a cargo de esta situación fue Ramón Eduardo Lee López (uno de los “bellos durmientes” referidos en esta columna), actualmente supervisor en el Centro de Control que en 2018 fue despedido del Seneam por faltar a sus labores de manera reiterada e injustificada; fue despedido junto con otros 7 controladores que fueron recontratados en esta administración con buenas posiciones. Ya le contaré.